Clásicos: Catedral de Brasilia, de Oscar Niemeyer

Conocida como Catedral de Brasilia, la Catedral Metropolitana Nossa Senhora Aparecida es una de las obras más reconocidas y bellas del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, fallecido el 5 de diciembre del año pasado. En la planificación de la ciudad la mano de Niemeyer ha dejado huella con múltiples edificios institucionales y públicos, que han terminado y han hecho reconocible la obra urbana en la capital dirigida por Lúcio Costa, arquitecto y urbanista de igual nacionalidad. La historia de Brasilia y su impronta heredada se transmite fuertemente a toda Latinoamérica, cuando la ciudad misma es una especie de exposición a cielo abierto de la creación de Oscar Niemeyer.

La forma del edificio posee una base circular de 70 metros de radio definida por su estructura principal. Esta está compuesta por 16 columnas curvadas que alcanzan 40 metros de altura y permite una capacidad de 4000 personas. Su forma hiperbólica evoca una suerte de ascendencia hacia el cielo, al que la obra mira y se abre con sutileza gracias a la suave linea de los pilares de hormigón. La relevancia de este gesto en la construcción es la huella característica de Niemeyer, cuyo cuidado y dedicación se repite en todos sus proyectos.

En el exterior y cercanas al acceso se encuentran cuatro estatuas conocidas como los Cuatro Evangelistas -diseñados por Dante Cruz– que reciben a los visitantes y dirigen el recorrido al interior, donde se encuentran otras estatuas de ángeles suspendidos, trabajo de Alfredo Ceschiatti y Croce Dante durante los años 60, Luego del acceso, se encuentra una galería penumbrosa que prepara al espectador para un espectáculo de luz y color: las áreas vidriadas entre las columnas son de cristal mate azul, blanco y marrón, y generan diversas tonalidades en el interior, un cielo pintado lleno de contrastes y efectos que rodean a los espectadores y nutren el espacio de cierto misticismo y profundidad religiosa. Por otra parte, los muros del baptisterio también poseen un diseño pictórico importante al incorporar azulejos de múltples colores, obra de Athos Bulcão, artista de origen brasileño. Para completar el complejo, existe un segundo elemento en el lugar: un campanario, expresado como un largo pilar puntiagudo que sostiene cuatro campanas de bronce y cuya forma escultórica es signo de un lenguaje arquitectónico que dialoga con la catedral misma.

La importancia de obras como esta radica en la expresión clara de una arquitectura que decanta desde las tendencias europeas de Le Corbusier -de quien Oscar Niemeyer es un importante discípulo- y del tono vivo de un arte propio del lugar. Sin duda alguna, su obra es única tanto en su forma reconocible como en el desafío de su construcción. Los grandes tesoros de la arquitectura Latinoamericana son aquellas obras que han vivido cientos de años y que representan nuestro patrimonio, pero a ellas se le suma esta nueva expresión moderna que trae a colación un discurso social y de representación sobre qué es lo que somos, donde la cultura se implanta en el arte y donde es el arquitecto el precursor de las ideas llevadas a la experiencia. Niemeyer dice mediante su creación que todo es posible y que existen los medios. El discurso de su obra sigue vigente hasta el día de hoy y es importante que también en otros países resuene su legado en mano de nuevos arquitectos.